Discos de los 80' Parte 1

Depeche Mode (1988)

La encrucijada mejor resuelta de la década. Nacidos como grupo tecnopop con talento para las melodías, abandonados por su principal compositor, oscureciendo cada vez más su propuesta, Depeche Mode habían llegado al final de los 80 con un catálogo de discos irregulares pero un puñado de canciones vitales. Después de tantos saltos mortales sin red (nada cuadra entre su primer disco y Music For The Masses), parecía imposible quer los de Basildon pudieran ser coherentes. Pero 101, testimonio del último concierto de una gira que les conviertió en grupo para masas, deja constancia precisamente de lo contrario y se convierte en su único disco capaz de mantenerte pegado de principio a fin en el sofá. Contemplando el documental de D.A. Pennebaker te quedas absolutamente pasamado de la comunión entre fans, grupo y música, pero escuchando el disco deseas formar parte de esa masa rugiente de Pasadena y llegar a su misma euforia. En las interpretaciones robóticas y frías que hace el grupo de sus canciones y su constraste con la voz apasionada de Dave Gahan puede estar la clave para entrar de forma definitiva en su mundo. En eso, en unas letras que son pura propaganda emocional y generacional (algunas bordean el ridículo, pero acaban funcionando por un extraño mecanismo escondido) y en canciones enroscadas en sí mismas pero crecientes como Blasphemous Rumours o Black Celebration que antes de este 101 no habían brillado tanto. El final, con la letra abiertamente antiyuppies de Everything Counts coreada por miles de personas, puede ser también un bonito final para una década totalmente deshumanizada, solitaria y egoísta.



Michael Jackson (1982)

El último resto de espontaneidad del niño que maravillaba con los Jackson 5, antes de convertirse en la peor caricatura de Peter Pan que este mundo podría darnos (¿la única, quizás?). La historia ya la conocen: el éxito absoluto, siete canciones en el top ten, el video que cambió la forma de producir imágenes para la MTV… Un aluvión de cifras mastodónticas e indicios de megalomanía dañina. Datos que no deben ocultar lo que Thriller es: un pastiche de proporciones colosales (¡pero si hasta toca Eddie Van Halen!) que las sabias manos de Quincy Jones lograron hacer cuajar. Música para los zombis discotequeros con argumentos que hoy, aunque suenen ridículos (Billie Jean y su hijo-que-no-es-su-hijo), siguen obligándote a mover los pies y forman parte de (¡glups!) la memoria colectiva. Lástima que las baladas sean cada vez más pastel, olvidando esas tiernas canciones de amor púber de los Jackson 5 y tengan que venir los ritmos más negros a salvar el percal: Beat It y Wanna Be Startin´ Something son absolutamente infalibles.




Back In Black – AC/DC (1980)



Mediados del año 80. Suenan las campanas del infierno y AC/DC regresan de luto. Bon Scott, su característico vocalista, acaba de beber hasta morir, pero los australianos, en la cresta de la ola gracias al genial Highway To Hell, se ponen vendas con la llegada de Brian Johnson, prácticamente un clon de Scott. Puede que su rock duro (que no heavy, que nadie se lleve a engaño) nunca haya sido un ejemplo de evolución, pero ¿de verdad eso importa ante monolitos del calibre de este Back In Black? 10 temazos sin bajones que homenajean el blues desde la necesidad de pasar página, pero no de cambiar. 10 canciones enormes para disfrutar haciendo air guitar en casa y para elevar los cuernos en directo. Y una de las mejores descripciones sexuales de la historia del rock: You Shook Me All Night Long. No, el rock no es polución sonora.





Graceland – Paul Simon (1986)



Excursión africana de un blanquito en plena vigencia del apartheid. Paul Simon había vagabundeado desde su separación de Art Garfunkel, pero vino el fantasma del mestizaje a visitarlo y le llenó de gracia. Con la de risa que podría haber dado un disco así de cualquier otra figura de los años 60, Simon logra que el puzzle funcione a la perfección. Cierto que You Can Call Me Al suena ahora a tópico de canción de los 80 mezclada con world music, pero quizás porque fue Graceland quien lo creó. Calypsos, ritmos africanos de todo tipo y algún que otro toque tex-mex, incluso los pantanos de Nueva Orleans, muchas músicas se dan cita en un disco capaz de volar muy alto aún hoy, cuando el mestizaje es refugio de repetición. De su éxito aún da constancia Homeless. Y yo, que me declaro ferviente admirador de aquella pareja de folkies bien educados, más que me alegro.






Viva Hate – Morrissey (1988)




Verlo en televisión (por obra y gracia de Benicassim y emparedado entre publicidad de McDonald´s) casi que derumba un mito, pero el de Morrissey es demasiado grande como para que una cosa así acabe por echarlo por tierra. Si hemos superado toda su carrera en solitario, somos capaces de lograr (casi) cualquier cosa. Ahora que saca discos mediocres con un par de canciones afortunadas (a veces ya ni eso) no está de más recordar que el de los Smiths se puso más dramático de lo que en su anterior grupo era habitual en su primer disco en solitario. Viva Hate, además, trae por primera vez al cantante compañado de teclados, por obra y gracia del productor Stephen Street, lo cual no significaría nada especialemente reseñable en esta lista si no fuera por canciones como Every Day is Like a Sunday o Suedehead. Puede que el paso del tiempo y su obra posterior haya convertido a este disco en algo mejor de lo que en realidad es (hay canciones que ya apuntan cierta mediocridad posterior), pero, ey, es Morrissey y encima es un disco continuista con el sonido Smiths (aunque las guitarras sean de bastante menos gusto que las que metía Johnny Marr).

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